“La despedida fue desgarradora porque no teníamos muchos datos precisos, pero ya sabíamos que era algo siniestro. La despedida entre lágrimas y abrazos y yo me tuve que poner fuerte porque querían acompañarme y no lo permití. Cuando llegué al sitio donde nos habían citado, aquello no era normal: reflectores, perros, guardias armados, y a las madres las mantenían en la distancia y parecían un coro de plañideras de una tragedia griega. A los que llevaban cadenas con cruces y collares de santería, se los arrancaron literalmente del cuello y a los que llevaban biblias se las pisotearon.
Ya se había corrido la noticia de que se trataba de algo siniestro, sobre todo porque los nombres que se mencionaban, de los que habían sido llevados, eran de religiosos, santeros, abakuás, artistas, maricones, jóvenes que no estaban integrados al “sistema”, los que no estaban en las nóminas laborales del régimen, los llamados “vagos”. Además, era muy inusual una citación del SMO (Servicio Militar Obligatorio), para las 8 de la noche, en un parque al lado de la Escuela Normal para Maestros, en la Avenida El Manglar, Amenidad y San Joaquín, en La Habana”.
El primer campamento en que estuve, Sola, yo era el número “83”. Luego, en Florida, fui el “16”. Al salir de las Umap, me rompieron el carnet. Y poco después dinamitaron los campamentos y los arrasaron con excavadoras, para que no quedaran marcas de esa infamia. Ah, otro “indicio” fue que no nos dieron el regular uniforme verde olivo, sino otro: pantalón azul oscuro de mezclilla y la camisa también de mezclilla pero de un azul más claro. Y un monograma con la forma del escudo cubano, de fondo claro y que en un tono rojizo decía “Umap-1”, que era para ponérselo en la manga izquierda de la camisa.
Así que ya aquello se estaba cocinando desde mucho antes. No nos dieron entrenamiento militar, ni portábamos armas. Ya eso lo decía todo.
Garitas con soldados con rifles AK, doble círculos de alambradas con pinchos y en su centro los llamados “caza bobos”; los rollos de alambre imposibles de atravesar, donde afortunadamente, para matarnos el hambre, por la noche eran trampas de hurones, ratones, perro jíbaros, pájaros, etcétera, que en la mañana rescatábamos con palos y asábamos con ramas, bagazos de caña secos, hojas del periódico Granma, ¡Oh, justicia poética! ¿Por qué los perros pastores alemanes traídos de la Republica “Democrática” de Alemania?
El almuerzo lo traían en camiones, dependía de la disponibilidad y de cómo andaba la cocina, si había lo que se necesitaba para cocinar, por eso a veces únicamente daban un boniato hervido y una lata del repelente hígado de esturión búlgaro o carne rusa.
Si no cortabas la norma, te ponían un guardia armado hasta que la terminaras, a veces los más debiluchos estaban hasta la noche, iluminados por aquellas lámparas artesanales llamadas “chismosas” o “mechones”, de querosén, luz brillante. Regresaban comidos por los mosquitos y jejenes, al igual que sus escoltas, los muchachos del SMO que cumplían esa función, porque estaban en las Umap castigados también”
Había guajiritos analfabetos, niños “bitongos” (burgueses), monaguillos, antisociales por sus estilos “depravados” que llamaron los de “La Dolce Vita”, por la película de Federico Fellini que retrataba la decadencia de la burguesía italiana.
Era teatrista y bailarín en el Consejo Nacional de Cultura, gran cantera para aplicar planes siniestros, como las Umap. Por ser maricón, y un artista “no comprometido”, y con un largo historial de rebeldía, víctima de recogidas y cárceles. Una de estas cuando recogieron a lo que ellos llamaban “Las Tres P” (puta, pájaro y proxeneta). Y asimismo por salir a la calle vestido de blanco y con mis collares y manillas de la santería —me inicié en la santería a los 7 años por influencia de mis abuelos negros.
Y además con las de las “depuraciones” morales e ideológicas en las becas, las escuelas secundarias, las universidades. Y también con las elaboradas por los Sindicatos en los trabajos y, naturalmente, las que proveyeron nuestros compatriotas a nivel de barrio, es decir, los mandos de los Comité de Defensa de la Revolución a nivel de cuadra.
Soy humano, lo que es también ser cobarde. No fue fácil la sangre derramada por los testigos de Jehová, mis héroes para siempre, el suicidio de los más débiles, la saña de los guardias golpeando a los que no querían trabajar, ver que incendiaban los cañaverales cuando alguien se escondía en ellos para escaparse y verlos salir convertidos en teas vivientes a gritos y corriendo, el escorbuto por la avitaminosis, a veces, en una conversación salían volando los dientes, las anemias, la sarna, el asedio de las chinches, piojos y ladillas, traídos de la prisión del Castillo del Príncipe habanero, las quemaduras por el sol intenso: para todo solo había aspirinas en las “enfermerías” y se vendía en bolsa negra el alcohol y la tintura de calamina para las picadas de mosquitos, se improvisaban para las heridas el orinarlas, tela de arañas, azúcar que restañaba y trapos por vendas; que muchas veces las infectaban, empeorándolas, los cadáveres que enterraban sabe Dios dónde, cuando sus familiares reclamaban. Si es que lo hacían, porque ser de las Umap era como los triángulos de distintos colores, que los nazis ponían en las camisas de los concentrados y te marcaban como un oprobio. Simplemente les decían o les mandaban un telegrama: “El compañero X, murió cumpliendo con sus obligaciones revolucionarias. R.C. Ministro de las FAR.
Apartar a los inutilizables para que no contaminaran a la “sociedad revolucionaria”, el mito de que los maricones pegan “eso”, crear el terror y que todos se auto metieran en el “clóset” y un muy disfrazado propósito de exterminio, que me perdonen: con especial acento los Testigos de Jehová, los adventistas, y maricones. Además, era un arma política contra los disidentes.
¿Por qué no pasaron por las Umap el escritor Miguel Barnet, el dramaturgo Abelardo Estorino y su amante el pintor Raúl Martínez, ni el pintor René Portocarrero y su amante el también pintor José Milián, ni el pintor Cabrera Moreno y el teatrista Vicente Revueltas, ni el compositor Héctor Angulo, o el cineasta Humberto Solás , la lista sigue, es larga. ¡Ah, porque eran maricones incondicionales al régimen! Pasa la hoja”.
Pero si me pides que describa el infierno: MANIANTABO —¿Florida? ¿Esmeralda? ¡Ay, mente! Erigido sobre un pantano ligeramente drenado, que perpetuamente mojaba las botas soviéticas y así los pies se llenaban de hongos; se podrían las uñas; se ponían en crisis los asmáticos. Era una humedad perpetua que no te dejaba ni dormir. Allí los mosquitos eran de un tamaño inverosímil, y antes que anochezca había que meter a los caballos bajo techo, porque los cubría una nube negra de mosquitos y jejenes, enloqueciéndolos o matándolos, y las perreras cubiertas con mallas.
Torturas… “El Hoyo”: enterrarte hasta el cuello. “El trapecio”: colgarte por las muñecas en el aire y la circulación de la sangre y los líquidos corporales se acumulaban en las piernas, creando unas inflamaciones muy dolorosas. “El palo”: como San Sebastián, atado, desnudo, a un poste, con unas fuertes luces sobre ti, que atraían a los mosquitos y jejenes, que prácticamente te comían. “El ladrillo”: parado sobre un ladrillo durante horas o toda la noche, si te movías o te caías, dos guardias a cada lado te golpeaban. “El barril”: lleno de agua, en el que te metían la cabeza al punto del ahogo, te sacaban hasta recuperarte y lo volvían a hacer. Vi sentar a alguien, atado, sobre un nido de hormigas bravas y a otro acostarlo sobre unas ramas con espinas.
Los testigos de Jehová lo resistían todo, resignados, como parte de la promesa de la nueva Jerusalén. Julio Ernesto le pidió permiso o perdón a Jehová: se colgó de una viga en uno de los cuarticos de las letrinas. Nos escogieron a tres para cortarle la soga y bajarlo, meterlo en un camión que se alejó, llevándose nuestra última esperanza en los humanos, dejando paso al odio a los cubanos, los partícipes de la complicidad, diría que un 95 %. y en el mundo alucinante.
¿Perdón? Pregúntenles a los pocos viejitos judíos sobrevivientes del Holocausto, y a los del gulag soviético, a los descendientes de los negros que ahorcó el KKK, a los torturados en la Guerra Sucia latinoamericana, a quienes les mataron sus familiares las guerrillas latinoamericanas, a los que Mao Tze Tung asesinó durante la Revolución Cultural… Yo…, pues el odio y el rencor, el artista lo diluye en su obra. En lo personal practico el budismo zen, que te enseña a luchar contra el lobo de tu condición humana. Y aunque es difícil cuando se ha vivido tanto malo, perdonar es como el viento, y el odio cargar una montaña. En Nueva York me encontré con aquel jefe en las Umap que me dio un bayonetazo en el rostro. Le dije: ¡Bienvenido al país de la libertad! Y me fui a disfrutar mi diaria caminata por el río Hudson”
Teatrista, coreógrafo, dramaturgo, bailarín, director escénico, escritor, pintor y titiritero.
abril 28, 2016 4:18 pm / Deja un comentario